Te veo.

Cumplía doce años cuando lo vi por primera vez. Me espiaba desde la calle, con su largo gabán y su sombrero calado. Bajo las sombras de su cara se dibujaba una sonrisa a medio hacer, la de quien disfrutaba contemplando mi miedo.
Desde aquel día me acompañó cada día al colegio. Esperaba tras la esquina de clase, se sentaba a mi lado en el comedor, contempló mi cuerpo desnudo en la ducha. Pronto dejé de cerrar las puertas. Ninguna llave podía separarnos.
Los perros nunca le ladraron. No olían su presencia. Acompañaban con gemidos preocupados los gestos de inquietud de mi cara.

Quise compartir con mi madre y mis amigas su presencia, pero ellas no querían saber nada de él. Nos dejaron solos.
Hoy hace treinta años de aquella primera vez. Él sigue a mi lado y aún no veo sus ojos. Su risa se ha esfumado. Ya no se alimenta de mis miedos.

Comentarios

Ángeles Jiménez ha dicho que…
Una buena manera de combatir los miedos, ignorarlos, quizá no consigamos apartarlos, pero no crecen alimentándose de nuestra energía. Delirar, deliramos todos, enloquecer con ellos, solo los psicóticos.
Estupendo texto, no pares.
Besos
Inma Vinuesa ha dicho que…
Texto que eriza los vellos, el miedo a un fantasma que te acompaña y que se alimenta de ti hasta que decides combatirlo. La idea de que no desaparezca sino que ya no sonría me parece genial. Los miedos no desaparecen, siempre están al acecho, lo que no debemos dejar que se apoderen de nuestra alegría.
Fantástico como siempre.
mabrito67@gmail.com ha dicho que…
Gracias, Ángeles, Inma. A veces nos acompañan, inevitablemente toda la vida, y les echamos pulsos, a veces ellos ganan, otras veces son vencidos. A veces no se esfuman, no desaparecen. Quizás esto ocurra más veces de las que deseamos y terminan minando la voluntad de luchar, y nos sentamos a contemplar impasibles nuestra vida acompañada de esa derrota inevitable.
Ana J. ha dicho que…
Me ha recordado a una amiga mía que a los 15 años sufrió un brote psicótico y veía a un monstruo que la acechaba.
Ya sé que no es de psicosis de lo que hablamos, sino de ese miedo que nos acompaña siempre. O lo hacemos nuestro compañero o nos aniquila.
Me ha encantado.
mabrito67@gmail.com ha dicho que…
Gracias amiga. Me alegra mucho que te haya gustado. Un abrazo
Nancy Lee ha dicho que…
Es un curioso compañero de viaje el miedo. En ocasiones, incluso se llega a añorar.

Perdón por la irrupción; he aterrizado por casualidad aquí y me atrapó el miedo azul de Luis así que... me estoy permitiendo el lujo de curiosear entre tus letras.
mabrito67@gmail.com ha dicho que…
Un placer tenerte por aquí Nancy. Curiosea. Las puertas de La Vida en Sorbos, siempre están abiertas. Gracias por venir.
mabrito67@gmail.com ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

Entradas populares de este blog

Un vaso de cólera - Raduan Nassar

El abuelo que saltó por la ventana y se largó - Jonas Jonasson

La tía Tula - Miguel de Unamuno